El Consejo de Ministros de fecha 8 de enero de 2015 culminó el denominado segundo ciclo de planificación hidrológica (tras la aprobación de la DMA) con la aprobación mediante Real Decreto, de entre otros, el Plan Hidrológico de la cuenca del Ebro (PHE) para el período 2016-2021. La Federación de Regantes de la cuenca del Ebro (FEREBRO) ha participado de forma activa en el proceso de aprobación votando favorablemente en el Consejo Nacional del Agua, junto con el 80% de los miembros de la mesa.
Entendemos que dicho plan, obedece a la realidad de España en materia de planificación hidráulica, y aúna en un documento la necesidad de dar satisfacción a las demandas en un país con una climatología semiárida y conciliar esta larga tradición de planificación, con los nuevos requerimientos de la Directiva Marco del Agua. Es una Plan Hidrológico embebido en la filosofía de la Unidad de Cuenca como única forma racional de llevar a cabo una gestión de unos recursos cada vez más preciados. Su formulación ahonda en la necesidad una gestión en corresponsabilidad por parte de todos los usuarios de la cuenca.
Su aprobación, a la vista de los dilatados procesos de formación de Gobierno, ha sido una cuestión necesaria en tanto en cuanto su tramitación ya había sido finalizada meses atrás, la demora en la aprobación del anterior remesa de Planes Hidrológicos llevó consigo una cuantiosa multa, la cual no era admisible volver a tener que pagar por incumplimiento de plazos. Y más allá de este razonamiento, la no aprobación de los Planes Hidrológicos implicaba también la paralización de las ayudas al desarrollo rural destinadas a instalaciones de regadío según establece el Reglamento de la Unión Europea 1305/2013.
Un plan que recoge unos caudales ambientales realistas, cumplibles y que no crean falsas expectativas y conflictos a futuro. Unos caudales que comparados con los asignados al resto de los ríos españoles son muy altos superando en un 120% los planteados en el Duero y en un 800% los planteados en la cuenca del Tajo, por comparar con los dos ríos que junto con el Ebro han planteado los caudales ecológicos más altos. En definitiva un caudal que supera la suma de los caudales de todos los ríos peninsulares.
La aplicación hace unos años de un modelo hidráulico erróneo y no adecuado a la realidad del Ebro, dio lugar a una demanda de caudales desproporcionados, pero que han servido de excusa para azuzar voluntades y exacerbar sentimientos. El resultado final más que defender el Ebro dibuja un escenario rupturista en cuanto a la gestión y antepone los intereses del tramo final del Ebro, al equilibrio entre todos los agentes implicados.
Con posterioridad, y a la vista de la oportunidad política de brinda este escenario de crispación se ha acusado al PHE favorecer el trasvasase y de promover la cesión de derechos de agua con un fin mercantilista. Se han mezclado los conceptos, las disposiciones legales a placer y se ha creado un clima de desinformación, llegando incluso a acusar al colectivo regante de oscuros intereses.
En todo este entramado de utilización de los caudales ecológicos como instrumento para “soberanizar” el agua del Ebro, y de utilización incorrecta del concepto de unidad de cuenca para acusar a los usuarios de intereses espurios, tan solo nos queda hacer valer nuestra cultura del agua, nuestro conocimiento y larga tradición en la búsqueda de consenso hidráulico.
No hay que olvidar el que caudal ecológico en la desembocadura del río Ebro se mantiene gracias a la regulación del embalse de Mequinenza, y que esto ha permitido pasar de caudales de 20 m3/sg. en la estación del río Ebro-Tortosa a garantizar un caudal mínimo que oscila entre los 80-150 m3/sg. tras la construcción de dicho embalse. Es decir un 23% de la aportación media en régimen natural, valor mínimo garantizado muy alto. No se ha encontrado en la bibliografía ninguna administración hidráulica de cuencas semiáridas del mundo que llegue a garantizar un caudal ecológico de tal magnitud. Caudal, no olvidemos, que es posible gracias a la solidaridad de todos los territorios que constituyen la cuenca del Ebro.
Hay que ser mesurados y dejar que se vayan poniendo caudales ecológicos poco a poco, muy bien estudiados ecológicamente, pero también muy bien analizados desde un punto de vista concesional y social porque en algunos casos imponer caudales significará arruinar a muchas familias de regantes. La implantación de caudales ya ha abierto varios contenciosos entre usuarios y las Confederaciones Hidrográficas conduciendo la planificación hidrológica a la judicialización y la falta de realismo. Y por otro lado, su efectividad para mejorar la intrusión de la cuña salina en el Delta es cuestionable, frente a otras alternativas como el establecimiento de una barrera salina como ya ha reiterado en distintas ocasiones FEREBRO.
Los regantes somos los más interesados en que se mejore el conocimiento de los aspectos medioambientales del agua, la calidad de nuestros productos y la calidad del agua de nuestros ríos es la mejor presentación para el valor de nuestros alimentos en el mercado. Sin embargo esta implantación de los caudales ecológicos, ha de hacer compatible el medio ambiente con los derechos concesionales del agua, y debe basarse en la corresponsabilidad interterritorial. Las pretensiones sobre el caudal ambiental del Ebro, carecen de rigor y ponen de relieve la falta de solidaridad con quienes desde hace tiempo esfuerzos por mantener los caudales ambientales más altos de todas las cuencas españolas.